domingo, 31 de agosto de 2014

Perdió. Fue vencida y atrapada...

El esclavizó sus sonrisas y extinguió sus temores como un tirano que en realidad no era villano. Lo cambió todo como en primera una abeja de flor, como se cambia en un segundo de vencido a vencedor.

Un día fue un saludo, al otro no apareció y cuando quiso darse cuenta ella ya espera a que amaneciera para volver a verlo. Se preguntaba si ese sería el día para ellos.

Antes de que ella lo supiera ya estaba enredada entre sus espinas, estaba atrapada en un remolino sin más salida que el ahogamiento, sin respiro ni descanso y con un final tan amargo que se hacía imposible rechazarlo.

La promesa de la prohibición, del peligro, de un intenso dolor junto al mayor de los placeres fue suficiente para que se postrara ante tan alta tentación, ante la magia de un par de palabras dulces y una cara bonita, ante la promesa que se insinuaba bajo un ropaje demasiado estrecho.

Y perdió. Fue vencida y atrapada, derrotada y hasta conquistada pero nunca se arrepintió. El riesgo había merecido la pena, casi pudo acabar bien, casi hubo un final feliz, pero entonces no sería una historia imposible y no tendría esa belleza reservada solo para la tragedia.

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